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Tu bienestar tiene un dueño: TÚ

por Eva Aguilera

El bienestar tiene muchos nombres: salud mental, equilibrio, autocuidado, energía, motivación, felicidad, calma… Cada empresa lo nombra a su manera. Cada persona lo busca desde un lugar distinto.

Pero hay algo que nunca cambia: su dueño.

Porque el bienestar por mucho que nos lo pinten como un beneficio externo o una moda organizacional, solo tiene un verdadero dueño: TÚ. No es delegable. No es transferible. No es algo que alguien pueda regalarte.

El bienestar se construye dentro, con su elecciones, tus pausas, tus límites y tu coraje. Porque nadie puede respirar por ti. Nadie puede habitar tu cuerpo. Nadie puede vivir tu vida por ti.


Y a veces hace falta que el cuerpo grite para que te des cuenta de en manos de quien dejaste tu bienestar.


El burnout no llega de golpe. Se cuela en la rutina, en los silencios, en los “estoy bien” que sabemos que no son ciertos. Se disfraza de productividad, de compromiso, de “tengo que seguir”… hasta que un día, el cuerpo dice basta.

Hoy, más del 96% de los trabajadores en España afirman haber sentido los síntomas del burnout. El 60% no puede desconectar ni cuando termina la jornada. Las bajas por salud mental han aumentado un 72% desde la pandemia. ¿De verdad queremos seguir mirando hacia otro lado?

El precio de no parar

Hay un punto en el que seguir fingiendo nos sale demasiado caro. Nos lo cobra el cuerpo con insomnio, ansiedad, contracturas y enfermedades. Nos lo cobra la mente con niebla, apatía y ruido constante. Y nos lo cobra el alma con esa desconexión profunda de lo que somos, de lo que queremos, de lo que vinimos a hacer.

Las empresas, al otro lado, también lo pagan. Equipos desmotivados, absentismo, rotación, líderes quemados que ya no pueden sostener ni su propio ánimo. Y entonces llegan las urgencias: “Necesitamos un programa de bienestar”, “una charla inspiradora”, “una acción de team building”. Y claro que ayudan. Pero si no van acompañadas de una cultura honesta y de una responsabilidad individual compartida, se quedan en parches.

Bienestar no es yoga gratis ni fruta los martes. Ni tampoco un fisio en la oficina para quitarte las contracturas. Aunque también.  

Bienestar es coraje. Es la valentía de mirarte al espejo y admitir que no puedes más. Es tener la honestidad de escuchar esa verdad incómoda que llevas tiempo callando: ese trabajo que ya no te llena, esa forma de liderar que te asfixia, ese ritmo que no puedes sostener más.

Pero también es la capacidad de decir lo que nadie quiere decir. De tener esa reunión incómoda. De poner un límite cuando todo el mundo calla. De proponer un cambio, persuadir, convencer, influir sin autoridad. De tomar la palabra aunque no tengas el cargo. Porque el bienestar también es político. También es estructural.

Hay personas que están quemadas no por exceso de trabajo, sino por exceso de incoherencia, de reuniones absurdas, de jefes ausentes, de emails sin alma, de decisiones sin ética. El malestar en las empresas no siempre se cura con silencio interior: a veces se cura alzando la voz.

La revolución empieza en tu sistema nervioso

Lo quieras o no, no puedes dar lo que no tienes. Si tu sistema nervioso está en alerta constante, si vives en modo supervivencia, tu cuerpo lo sabe. Tu equipo lo siente. Tu energía habla más fuerte que tus palabras.

Por eso es urgente aprender a regularnos. A salir del piloto automático. A usar la respiración, el movimiento, la presencia, el contacto humano como herramientas de autocuidado. A construir rutinas que nos sostengan cuando todo tiembla. Porque lo hará.

Y no hablo solo de cuidar la mente. Hablo de un bienestar integral: mente, cuerpo, corazón y alma. Sí, alma. Esa parte de ti que sabe cuándo te estás traicionando, aunque no digas una palabra. Esa parte que te llama con incomodidad, con sueños no cumplidos, con intuiciones que no sabes explicar.

Cuatro competencias humanas que sostienen el bienestar real

Si queremos dejar de separar el bienestar corporativo del bienestar personal, necesitamos  y debemos cultivar algunas competencias humanas esenciales, como las siguientes:


1. Autoconciencia: sin autoconciencia no hay bienestar posible. Necesitamos saber lo que sentimos, lo que necesitamos, lo que nos duele y lo que nos da vida. Sin esto, solo estamos sobreviviendo.


2. Autorregulación: no se trata de no sentir, sino de aprender a sentir sin ahogarnos. De sostener la rabia sin romper. De transitar la tristeza sin hundirse. De regular nuestro sistema nervioso para poder responder en vez de reaccionar.


3. Vulnerabilidad valiente: la que nos permite decir “no estoy bien” sin culpa, pedir ayuda sin vergüenza, y hablar con verdad aunque nos tiemble la voz. El liderazgo del futuro se sostiene en esta valentía humana.


4. Cuidado relacional: no hay bienestar en soledad. Saber acompañar y dejarnos acompañar. Saber escuchar sin salvar. Saber poner límites sin cerrar el corazón. Crear vínculos que nutren, dentro y fuera del trabajo.

Bienestar es también enfrentarte al sistema

No se trata solo de tu bienestar personal. Se trata de ser capaces de mirar las estructuras que nos enferman y tener el coraje de desafiarlas. Porque muchas veces, lo que produce malestar no es el cansancio físico, sino la falta de sentido, la desconexión emocional, el control sin confianza, la jerarquía que aplasta, el silencio ante lo injusto, la exigencia sin cuidado.

Y eso no lo solucionan los afterworks ni las sesiones de meditación. Lo soluciona una cultura donde se pueda hablar, disentir, proponer, fallar, y volver a empezar. Una cultura donde el bienestar no sea una etiqueta, sino una forma de vivir, de liderar y de vincularnos.

Empresas con alma, personas que se eligen

Las organizaciones que van a perdurar no son las más grandes ni las más tecnológicas. Son las más humanas. Las que entienden que cuidar a las personas no es un coste, es una inversión. Que el bienestar no se impone, se cultiva. Que no hay productividad sin salud emocional.

Y tú, como profesional, como líder, como ser humano, también tienes una elección. Puedes seguir repitiendo que no tienes tiempo para ti. O puedes hacer del autocuidado tu prioridad radical. Porque no se trata de egoísmo. Se trata de responsabilidad radical. Y salir del victimismo tóxico que te envenena.

No estamos hablando de modas. Estamos hablando de vida.

De salud mental. De equilibrio. De poder mirar hacia dentro y no salir corriendo. De poder volver a casa sin sentir que te dejaste a ti mismo en la silla de la oficina. Estamos hablando de parar para poder seguir.

Porque sí, hay muchas herramientas: programas de bienestar, talleres, psicoterapia, dinámicas de equipo, retiros, deporte, alimentación, meditación, respiración consciente, límites sanos. Pero ninguna sirve si tú no tomas la decisión más difícil y más transformadora de todas: hacerte cargo y dejar de culpar al mundo de tu mala suerte.

¿Y si el burnout no es el final, sino una puerta?

Una puerta hacia una forma distinta de vivir. Más consciente. Más conectada. Más honesta. Más coherente con lo que eres. El burnout te avisa de que algo no encaja. Pero tú decides si lo tapas con ruido… o si lo usas para despertar.

Esta no es una llamada a la calma. Es una llamada al fuego. A tu fuego. Al que cuida y transforma. Al que quema las excusas y enciende las decisiones. El que te recuerda que tu bienestar no es negociable. Y que, si no te eliges tú, nadie va a hacerlo por ti.

Hoy, elige. Y si puedes, arde. Pero que sea para renacer.

Eva Aguilera

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