LÍDERES CON CAPA; LOS SUPER PODERES DEL LIDERAZGO SALUDABLE
Por Fran Murcia, Wellbeing Director at Howden Employee Benefits

¿Qué es un líder con capa? No es alguien que elige ser líder. Es alguien que, al serlo, adquiere una responsabilidad: sobre sí mismo… y sobre los demás.
Un líder no es solo esa figura que dirige a un equipo en una empresa. También somos líderes cuando somos padres, madres, hijos, hermanos o referentes en nuestro grupo de amigos. En algún momento de la vida, todos pasamos por ese rol. Por eso, un líder no nace: se hace. Y al hacerse, se convierte —aunque no lo quiera— en ese superhéroe con capa que lleva el peso de la coherencia, el ejemplo y el impacto.
Porque al líder le observan. Y cuando te observan, tienes la responsabilidad de actuar de forma que quien te mire quiera imitarte. Quiera crecer. Quiera cuidarse. Quiera ser como tú.
Los superpoderes del líder
Hoy quiero hablarte de lo que yo llamo los superpoderes del líder saludable. No están en los manuales, ni se compran en ningún curso de management. Se entrenan. Se practican. Y lo mejor: se contagian.
1. Liderazgo activo.
El primer superpoder es el liderazgo en sí. Es esa capacidad de coger el balón cuando el equipo lo necesita. En la empresa, el balón puede ser un proyecto, una crisis, una decisión difícil. El líder asume la responsabilidad y tira del carro sin esconderse.
2. Defensa con cabeza.
Pero liderar no es solo atacar. También hay que saber defender. Es decir, mirar a tu equipo, entender sus límites y protegerlo del exceso. En deporte, el mejor jugador es el que ataca y baja a defender. En empresa, el líder no carga al equipo sin medir capacidades. No lo revienta. Lo cuida.
3. Influencia sin orden.
Un líder no manda: inspira. No impone: influye. Con su actitud, con su coherencia, con su ejemplo. Esa es, quizá, una de las habilidades más valiosas que he desarrollado: influir en los demás para que se cuiden, se muevan, se alimenten bien. Para mí, eso también es liderazgo.
4. Respeto y empatía.
El respeto no se negocia. Ni hacia los de arriba ni hacia los de abajo. Un buen líder mira a los ojos, escucha y detecta señales. A veces, basta una mirada para saber que algo no va bien. No se trata de juzgar, sino de empatizar. De entender qué pasa. De ser humano antes que jefe.
5. Energía que contagia.
Un líder contagia. Su alegría, su motivación, su energía. Y también —si no se cuida— su cansancio, su negatividad o su mal humor. Por eso, un líder tiene una responsabilidad moral: aunque tenga un mal día, no debe parecerlo. Porque su estado de ánimo afecta al de todo el equipo.
6. Trabajo en equipo real.
Un líder sabe que no puede hacerlo todo. Sabe que delegar no es soltar el control, sino empoderar. Que no todo el mundo vale para todo, y que hay que colocar a cada persona donde más pueda brillar. Porque cuando el equipo funciona, la empresa también lo hace.
7. Planificación.
Nada de “a ver qué pasa”. Un buen líder planifica: reuniones, proyectos, lanzamientos… Lo mismo que haría un entrenador preparando un partido. Sin planificación no hay juego. Solo caos.
8. Tiempo muerto.
También hay que saber parar. Salir del campo, mirar desde la grada, observar el escenario desde fuera. A veces, es la única forma de ver con claridad. El líder que no pide tiempo muerto, se quema… y quema a los demás.
9. Resiliencia.
El deporte me ha enseñado que la derrota, la lesión o incluso la retirada son parte del camino. En la empresa, es un despido, una reestructuración, una fusión, o simplemente un cambio de jefe. El líder resiliente se adapta, no pone excusas y sigue remando.
Y recuerda: las excusas son el peor enemigo de la resiliencia.
10. La mejor versión de ti mismo.
Este es el superpoder definitivo. Ser tu versión 2.0. No vale solo con promover el bienestar: hay que practicarlo. Un líder saludable se cuida. Es activo. Hace ejercicio. Come con conciencia. Duerme bien. Sabe desconectar. Y, sobre todo, inspira con hechos, no con palabras.
Porque si tú, como líder, no te cuidas… ¿cómo vas a cuidar a los demás?
El verdadero liderazgo es saludable
El liderazgo no está en el cargo. Está en la actitud.
No está en lo que dices. Está en cómo vives.
Por eso, para mí, un líder con capa no es un jefe perfecto ni un héroe sin fallos. Es una persona comprometida, que ha entendido que su comportamiento tiene impacto. Que su energía se nota. Que su ejemplo educa. Que su bienestar es el inicio del bienestar de su equipo.
Y si eso no es liderazgo…
Entonces, ¿qué lo es?