Opinión

La llegada repentina del frío puede afectar a los grupos más vulnerables este invierno.

·        La brusca caída de temperaturas activa mecanismos inmediatos como la vasoconstricción, el aumento de la presión arterial o la irritación de las vías respiratorias, una combinación que puede poner en riesgo la estabilidad cardiovascular y respiratoria en invierno.

·        Durante los episodios de frío más intenso, los ingresos por causas cardiovasculares aumentan especialmente por angina, arritmias, cardiopatía isquémica o accidentes cerebrovasculares.

·     Según los expertos de Cigna Healthcare, el estrés térmico de los primeros días de invierno puede agravar enfermedades crónicas si coinciden factores como la exposición prolongada al frío, los cambios bruscos de temperatura o una hidratación insuficiente.

Madrid, 27 de noviembre de 2025. Tras varias semanas con temperaturas inusualmente elevadas, la llegada repentina y drástica del frío está obligando al organismo a adaptarse de forma abrupta. Este salto térmico brusco, que marca el inicio real del invierno, puede tener un impacto mayor en personas especialmente vulnerables con enfermedades respiratorias o cardiovasculares, así como en los adultos mayores y en quienes presentan un sistema inmunitario más débil.

En este contexto, y teniendo en cuenta que la enfermedad crónica continúa aumentando en España, los primeros episodios de frío se convierten en un momento especialmente sensible, ya que el cuerpo necesita tiempo para reajustar sus mecanismos de regulación. Cuando la temperatura desciende con rapidez, el organismo activa respuestas inmediatas para conservar el calor y mantener la estabilidad interna. Entre estos cambios se encuentra la vasoconstricción, que estrecha los vasos sanguíneos y eleva la presión arterial, incrementando el esfuerzo que debe realizar el corazón. Por ello, en personas con patologías cardiovasculares esta exigencia adicional puede favorecer episodios de angina, arritmias o eventos isquémicos, tal y como describe la American Heart Association, que observa una mayor carga cardíaca en los días de frío más intenso.

A nivel respiratorio ocurre un fenómeno similar, ya que la entrada de aire muy frío irrita la mucosa nasal y los bronquios, reduce la capacidad defensiva y facilita la aparición de broncoespasmos en personas con asma o EPOC. De hecho, investigaciones del Instituto de Salud Carlos III muestran que los días más fríos del invierno suelen coincidir con un incremento de infecciones respiratorias y con descompensaciones de patologías crónicas. A estos efectos se suma la reducción del flujo sanguíneo periférico, que altera la circulación en manos, pies o piernas, junto con los cambios de temperatura muy marcados entre espacios interiores cálidos y el exterior, que pueden actuar como detonantes adicionales en personas vulnerables.

Todo este conjunto de factores convierte los primeros días de frío intenso en un periodo especialmente delicado para los grupos más vulnerables, de modo que anticiparse y reforzar medidas preventivas podría marcar la diferencia durante la adaptación al invierno.

“Las temperaturas muy bajas desencadenan respuestas fisiológicas normales destinadas a conservar el calor, pero esas mismas reacciones pueden resultar más exigentes para quienes conviven con enfermedades crónicas. El organismo necesita un margen para adaptarse al cambio térmico y, durante los primeros días, es habitual que aumente la sensibilidad a cualquier factor capaz de desestabilizar su funcionamiento. Por este motivo, la prevención empieza por conocer estas respuestas y anticiparse a ellas mediante un control adecuado de la salud basal y una vigilancia activa de cualquier señal de descompensación” explica la Dra. Daniela Silva, especialista en Medicina Interna y E-Health Medical Manager de Cigna Healthcare España.

Bajo esta premisa, los expertos de Cigna Healthcare  proponen una serie de recomendaciones que pueden ayudar a atravesar esta etapa del año con mayor protección y mejor salud cardiovascular y respiratoria:

·        Priorizar una calefacción estable y evitar cambios bruscos de temperatura. Mantener la casa entre 19ºC y 21ºC puede ayudar a reducir el estrés térmico que sufre el organismo cuando pasa repetidamente del calor al frío, ya que los cambios repentinos favorecen la vasoconstricción intensa y la irritación de las vías respiratorias, lo que puede desestabilizar a personas con hipertensión, cardiopatías o enfermedades pulmonares crónicas. Es recomendable programar la calefacción en intervalos regulares, ventilar solo el tiempo necesario y evitar salir de un ambiente muy cálido al frío extremo.

·        Elegir ropa técnica y abrigarse por capas. Un abrigo adecuado no solo mantiene el calor, también puede ayudar a que el cuerpo disminuya la carga cardiovascular reduciendo el riesgo de picos de presión arterial o entumecimiento en las extremidades. Lo ideal es vestir por capas, combinando materiales transpirables con prendas térmicas que retengan el calor sin provocar humedad. Guantes y calcetines gruesos, bufandas que cubran nariz y boca o una braga en el cuello son prendas recomendables para proteger nuestra salud.

·        Mantener una hidratación adecuada, incluso sin sensación de sed. En invierno solemos beber menos agua, pero la hidratación influye directamente en la viscosidad de la sangre y en el buen funcionamiento del sistema circulatorio. Una hidratación insuficiente puede favorecer mareos, descompensaciones de la tensión arterial y mayor irritabilidad de las vías respiratorias. Infusiones, caldos ligeros o agua templada ayudan a mantener un buen nivel de líquidos, a la vez que favorecen la hidratación de la mucosa nasal.

·        Ajustar la actividad física a las condiciones del exterior. El ejercicio sigue siendo importante para mantener la circulación activa y la función pulmonar en buen estado, pero conviene adaptarlo a los días más fríos. Evitar entrenamientos intensos al aire libre a primera hora o por la noche puede prevenir broncoespasmos y reducir la carga cardiovascular. Caminar a paso firme, entrenar en interiores, hacer rutinas de fuerza o practicar movilidad articular son alternativas seguras para seguir activos sin exponer al cuerpo a un estrés térmico excesivo.

·        Alimentación que sostenga la respuesta del organismo al frío. Una alimentación rica en frutas y verduras sigue siendo esencial, pero en el contexto del frío polar también conviene incluir alimentos que aporten energía sostenida y ayuden a mantener la temperatura corporal sin sobrecargar el sistema cardiovascular. Legumbres, cereales integrales y verduras de invierno como el brócoli o la calabaza aportan nutrientes importantes. Asimismo, alimentos ricos en omega-3, como sardinas o nueces, pueden ayudar a regular la respuesta inflamatoria, algo especialmente útil cuando las vías respiratorias están irritadas por el aire frío.

·        Revisar medicación y control clínico antes de los meses fríos. Las personas con patologías crónicas, especialmente cardiovasculares o respiratorias pueden beneficiarse de una revisión médica previa al invierno para ajustar tratamientos o detectar posibles descompensaciones. Un buen control de la tensión arterial, de la función pulmonar o del asma permite afrontar una ola de frío polar con mayor seguridad. También conviene tener al día los inhaladores, medicación de rescate y pautas específicas para actuar antes síntomas de alarma.

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